Jesucristo – su vida y enseñanzas
EL NIÑO EN LA CASA DE SU PADRE

Historia 4 – Lucas 2:40-52
Jesús llegó a Nazaret cuando era un niño de tan sólo tres años; ahí pasó su niñez y su juventud hasta que cumplió treinta años. Sería interesante saber más de su niñez, pero la Biblia no nos dice mucho de eso. Sin embargo, ya que José era un trabajador común, probablemente vivían en una casa con un sólo cuarto, con piso de tierra, y como ventana un hoyo en la pared, sin fotos colgadas, ni camas, ni sillas, ni cosas de vidrio. En esa cultura se sentaban en cojines en el piso, y en la noche dormían en tapetes que enrollaban por el día. Comían en una mesa pequeña, como del tamaño de un banquito.

Tal vez, Jesús aprendió a leer en la escuela del pueblo que se encontraba en la sinagoga, lugar donde adoraban. Les enseñaban de los rollos que tenían porciones del Antiguo Testamento. Jesús no tenía su propia Biblia; desde que él era pequeño, iba dos veces por semana con su padre a la iglesia del pueblo, llamada “sinagoga”, para adorar a Dios. Ahí se sentaban en el suelo en tapetes y oían la explicación del Antiguo Testamento, mientras que María y sus hermanas menores se sentaban detrás de un enrejado. Los niños judíos de esa época memorizaban casi todo el Antiguo Testamento.

Según costumbre judía, todos los judíos de todas partes, iban una vez al año en la primavera a celebrar el día de Pascua. Algunas familias se quedaban para la fiesta del Pentecostés que era cincuenta días después de la Pascua; algunos regresaban en el otoño para la fiesta del tabernáculo, ahí las familias dormían al aire libre con la protección de techos de ramas y arbustos. Cuando Jesús tenía doce años de edad, fue con su familia a celebrar la fiesta de la Pascua, y el niño por primera vez vio la ciudad santa de Jerusalén y el templo del Señor en el monte Moria. Tan joven como era, pero algo se movió en su corazón cuando se paseaba por los patios de templo y vio el altar con el humeante sacrificio, y los sacerdotes en sus túnicas blancas y los levitas con sus trompetas de plata. Era tan sólo un niño, pero empezó a sentir que era el Hijo de Dios y que estaba en la casa de su Padre.

Su corazón estaba tan concentrado en adoración en el templo y con las palabras que escuchaba de los escribas y maestros, y con sus propios pensamientos, que cuando era hora de regresarse a Nazaret, se quedó atrás atrapado en el amor que tenía por la casa del Señor. El grupo de viajeros era muy grande y por eso sus padres no se dieron cuenta que Jesús no iba con ellos; hasta en la noche cuando no pudieron encontrarlo, su madre se alarmó. Al siguiente día sus padres se separaron de la compañía y se regresaron a Jerusalén a buscarlo. No les pasó por la mente buscarlo en el templo, sino que fueron con sus amigos y sus parientes que vivían allí para preguntar por él. Al cabo de tres días fueron al templo con sus corazones muy angustiados tratando de encontrarlo. Y allí estaba sentado entre los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían se asombraban de su inteligencia y de sus respuestas acerca de la palabra del Señor.

Su mamá le habló en un tono recio porque pensó que su hijo debería haber puesto más atención, y le dijo: “Hijo, ¿Por qué te has portado así con nosotros? ¡Mira que tu padre y yo te hemos estado buscando angustiados!” Y Jesús le contestó: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?” Pero ellos no entendían lo que les decía, pero María lo guardó en su corazón y sabía que su hijo no era un niño común y corriente; que sus palabras tenían un significado profundo. Jesús era muy inteligente para su edad y obedeció a su padre y a su madre en todas las cosas. Así que bajó con sus padres a Nazaret y vivió sujeto a ellos con la forma de vida que un hogar rural ofrece. 

Con los años, Jesús siguió creciendo en sabiduría y en estatura, y cada vez más gozaba del favor de Dios y de toda la gente; había algo en su ser que atraía a viejos y jóvenes por igual. Jesús aprendió el oficio de carpintería y trabajó con su padre. Cuando Jesús era tan sólo un joven, José murió; y como hijo mayor se hizo cargo de su madre y de sus hermanos pequeños. Así que, entre su taller de carpintería, la vida tranquila en el pueblo rural y la adoración en la sinagoga o iglesia, los años pasaron hasta que Jesús cumplió treinta años de vida.